CALIFICACIONES VS. ESTUDIANTES FELICES
Por María Fernanda Araujo – Estudiante de Diplomado Practitioner de Neuroeducación – Argentina
Como crítica a las evaluaciones y sus efectos negativos dentro de la formación escolar, hace más de cuatro décadas, Renner afirmó que la educación probablemente habría tenido mejor suerte si nunca se hubiese inventado el método que usamos para evaluar y calificar la evolución académica. Un sistema que, si bien en la actualidad ha sufrido ciertas transformaciones de acuerdo al momento en el que nos encontramos, aún, como herencia paradigmática del Siglo XIX, mantiene aspectos negativos que han provocado la subordinación de la educación en una nota numérica que se ha convertido en recurso esencial, en la protagonista del campo educativo, considerada como el único instrumento que permite medir el grado de conocimiento en los estudiantes, que tiene como resultado la determinación de acreditar o desacreditar, permitir o negar el avance de un curso a otro, o peor aún para destacar o castigar al estudiante.
La manera de evaluar, como le conocemos, ha perdurado por siglos impactando negativamente a los estudiantes puesto que estimula una emoción que limita el potencial humano y su capacidad para el aprendizaje: el miedo.
Niños, jóvenes y adultos, todos por igual somos víctimas del estrés que genera sentirse evaluado, juzgado o examinado. El ser humano por miedo a equivocarse centra su interés en la calificación convirtiéndola en su motivación, dando prioridad a una cifra que le permita lograr su objetivo, anulando la importancia de lo realmente importante: el aprendizaje significativo, razón por la cual, en el cerebro se estimulan memorias de corto plazo por encima del conocimiento, inhibiendo de esta manera el desarrollo de capacidades que le permitan la construcción de memorias episódicas y procedimentales.
A esta realidad enfrentamos constantemente a los escolares, encasillándoles en cifras que forman parte de una estadística, la cual carece de información y elementos necesarios para elevar un aprendizaje de calidad.
El sistema de evaluación tradicional, como ya ha sido demostrado por los aportes de la Neurociencia, más allá de afectar los aspectos cognitivos, también influyen negativamente en el estado emocional del estudiante generando desequilibrio, trauma e inestabilidad, como resultado a los diversos procesos mentales a los que es sometido produciéndose frustración por no alcanzar el resultado exigido social y académicamente, viéndose afectada su autoestima al autoflagelarse poniendo en duda sus habilidades, creando así una estructura neuronal con presuposiciones y paradigmas cargados de miedo, tristeza y aversión.
La activación de emociones contrarias al placer, ya no está funcionando. La sociedad ha cambiado, y ahora más que nunca el cerebro se siente libre para escapar del dolor en busca de escenarios de gozo, situación que se ve cada vez más reflejada en la deserción escolar. Ya no solo la pobreza es una razón para dejar las aulas escolares, el estrés y la fatiga impuesta por un arcaico sistema, motiva al abandono de los estudios, obstaculizando el desarrollo de habilidades sociales dado que, fomenta el individualismo y la competencia entre sus pares.
Estamos ante una realidad que nos mantiene alejados de brindar verdaderamente educación de calidad. Las pruebas para medir cuantitativamente el conocimiento seguirán empobreciendo el Sistema, silenciando nuestras aulas, inhibiéndonos de reflexión, creatividad y pensamientos críticos, enmarcando el saber dentro de una burda repetición de conceptos que por conveniencia y necesidad se almacenan en la memoria a corto plazo para cumplir un compromiso y luego son desechados por la ausencia de valor emocional, y así nuestras aulas se mantienen como claustros donde nuestros estudiantes son alejados del placer y obligados a experimentar el dolor, lo cual siempre llevará a la resistencia y el rechazo.
Los estudiantes del Siglo XXI están demandando una transformación de forma y de fondo dentro del Sistema Educativo, para esto, hay que romper con las viejas estructuras paradigmáticas establecidas culturalmente que dan valor y refuerzan la permanencia de la calificación, para dar paso a un modelo que garantice la educación de calidad, y así las aulas de clase se transformen en escenarios de placer donde se educan individuos capaces de vencer el flagelo de la pobreza.
II Diplomado Practitioner de Neuroeducación del Instituto Centro Internacional de Capacitación Profesional y el Instituto Universitario de la Frontera – IUFRONT
Neuroeducación – Tutor: Mg. Carlos Méndez Z
Muy atinado el aporte e interesante para analizar y reflexionar sobre nuestra labor como docentes. Ojalá los gobiernos, directivos, instituciones y autoridades también hagan lo que se debe. El sistema de evaluación debe de dar un giro para que podamos ver un auténtico aprendizaje en nuestros estudiantes.
Felicidades por el artículo..
Ese aporte es justo lo que considero debe ser; ya no cabe el 7 0 10 impuesto a los alumnos, no queremos entender como sistema que una calificación de ese tipo solo encasillo, no aporta y si demerita a niños con capacidades diferentes en algunas asignaturas y ante la sociedad enaltecemos a otros que lo que tienen es un mejor entorno social o familiar que lejos esta de mostrarnos la mejor versión de la persona.
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tremendo articulo sobre la enseñanza el sistema educativo no esta acto para enseñan porque tienen una forma monótona y mecánica para mi que hay que formatearlos para que tomen este sistema actual que es la neurociencia.